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El miedo a tomar partido provoca monstruos

Escrito por Olga Rodríguez 05 Febrero 2013

El miedo a tomar partido provoca monstruos

Olga Rodríguez (eldiario.es)

Los ataques israelíes a Gaza han provocado comentarios de indignación en el buzón de la Defensora de la Comunidad de eldiario.es, dirigidos contra el tratamiento del tema en algunos medios de comunicación. Pongo ejemplos que he leído estos días en algunos medios sobre lo que ocurre en Gaza, en los que se sitúa al mismo nivel a unos y otros, como si fueran dos bandos igualados: “Continúa la lucha entre israelíes y palestinos”, “Palestinos e israelíes se enzarzan en la mayor escalada bélica desde 2008”, “El intercambio de proyectiles crece”, etc”, dice un lector, Samuel Córdoba.

Y prosigue:

“Ya que eldiario.es está dando un ejemplo de buena información, creo que es necesario que en la sección de la Defensora se analice la obsesión que hay desde los medios por atribuir la misma responsabilidad a unos y otros, ocultando contextos, historia, pasado, y datos. Gracias”.

La equidistancia es uno de los grandes vicios del periodismo actual, y el tratamiento informativo de la ocupación y la discriminación que ejerce Israel contra los palestinos es un buen ejemplo de ello. Esto obedece a varias razones:

1.- La influencia que Israel tiene en determinadas esferas de poder más allá de sus fronteras. Es aliado preferente de Estados Unidos en la región (el Ejército israelí recibe 3.000 millones de dólares anuales de Washington, la mayor ayuda que EEUU da a unas Fuerzas Armadas en el mundo), miembro de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y socio preferente de la Unión Europea en materia comercial.

2.- La preparación de Israel para defenderse en el plano mediático y hacer frente a las críticas. La presión que ejerce para que se apueste por un enfoque informativo favorable a Tel Aviv.

En 2008, durante la Operación Plomo Fundido contra Gaza, las embajadas israelíes enviaron a diversos medios de comunicación e-mails en los que explicaban que bombardeaban Gaza para defenderse y en los que pedían a los periodistas que no hicieran “un uso cínico de imágenes dolorosas como instrumento de propaganda”. Es decir, manifestaban su malestar por la publicación de imágenes que probaban la muerte de más de 1.300 palestinos, entre ellos más de 300 niños.
3.- La tendencia creciente en los medios a repetir el enfoque que establece el poder político y económico. 

4.- El modo de trabajar en las redacciones, donde a menudo los periodistas se ven obligados a tratar la información como pura mercancía. Esto deja escaso margen para indagar, contrastar, reflexionar y esquivar el enfoque mayoritario.

5.- Los riesgos a los que se expone un periodista si rompe el discurso dominante y la preparación -datos, fuentes, experiencia: es decir, tiempo- que necesita para atreverse a cuestionar la uniformidad de la información.

El ‘postperiodismo’

A la equidistancia se la confunde con objetividad, imparcialidad, neutralidad. Se es equidistante para no mojarse, para no comprometerse, para no parecer partidario de nada ni de nadie.

Es el ‘postperiodismo’, la democratización llevada al delirio, la relatividad defendida como religión. Nadie tiene más razón que nadie, ninguna visión es más real que otra, hay tantas verdades como personas.

Y así, se llega a reducir el mal llamado conflicto palestino-israelí a una simple animadversación provocada por motivos religiosos o étnicos, olvidando que el origen del conflicto reposa sobre una ocupación ilegal condenada por diversas resoluciones de Naciones Unidas y sobre la práctica de la discriminación de un Estado contra un pueblo, denunciada una y otra vez por multitud de organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos.

La realidad es que hay una ocupación ilegal y por tanto un Estado ocupante, pero en la práctica buena parte de los medios de comunicación de masas optan por ser equidistantes y asépticos, situando al mismo nivel al pueblo palestino y a un Ejército que invade, ocupa y expulsa, amparado y legitimado por un Estado que concede ayudas a las personas dispuestas a participar en dicha ocupación.

La equidistancia es contar versiones sin contrastar ninguna. La negación del empirismo histórico. La incredulidad y la credulidad juntas. Es el periodismo de declaraciones llevado a límites absurdos: Hay tantas verdades como puntos de vista.

Las cifras del 14N y los presupuestos del Gobierno 

Manipulación mediática - Cifras Manifestación Huelga 14-NSe pueden encontrar ejemplos casi a diario en los mass media. Hay dos que estos días han sido muy comentados en el buzón de la Defensora:

1.- “La Comunidad de Madrid cifra en 35.000 los participantes en la manifestación del 14N. Los sindicatos dicen que hubo un millón de personas”.

“Varios medios han difundido esta afirmación y se han quedado más anchos que largos. Hombre, digo yo que les corresponde decir cuál es la cifra real o la que más se acerca a la realidad. Viendo una fotografía aérea es fácilmente deducible que había muchas más personas que 35.000”, comenta José Antonio Montes.

2.- “Montoro dice que estos son los presupuestos más sociales de la democracia y el PSOE lo niega”.

“ Así titulaba un informativo de televisión hace unos días. ¿De verdad que informar consiste solo en decir lo que cuentan unos y otros y no en relatar con datos y hechos si son los más sociales o no de la democracia?”, reflexiona Sara Álvarez.

“Los judíos dicen que los están masacrando. Goebbels lo niega” 

En la Alemania de Hitler el periodismo equidistante podría haber defendido frases como esta:

“El rabino del gueto de Varsovia denuncia que los nazis están masacrando a los judíos. Goebbels lo niega”.

En la Sudáfrica del apartheid -a la que Desmond Tutu ha comparado con el Israel actual- la equidistancia defendería esta entradilla informativa:

“Nelson Mandela denuncia que los negros de Sudáfrica son víctimas del apartheid. El primer ministro ha contestando afirmando que el único racismo que existe en el país es el que practican los negros contra los blancos”.

¿Dónde está la realidad en estas frases? La equidistancia, tan ‘respetuosa’, deja en manos del receptor la tarea de encontrarla.

Escudándose en ella, en una aparente imparcialidad, cierto periodismo de masas mantiene un posicionamiento continuo, reproduciendo narrativas marcadas por el pensamiento dominante y abandonando el compromiso que este oficio exige con los más débiles.

No se puede tratar por igual al que bombardea que al que es bombardeado, al asesino y a la víctima, al violador y a la mujer violada, al opresor y al oprimido, al ocupante y al ocupado, ni dar la misma credibilidad a una cifra y a su contraria.

Ser periodista es tomar partido por la verdad, estar al lado de las víctimas, de los derechos humanos, de la justicia. Todo lo demás no es periodismo, sino reproducción de propagandas.

Permitidme que vuelva a citar a Kapuscinski: “El verdadero periodismo es intencional”. En esa intencionalidad, en ese deseo de defender un mundo mejor, con una balanza más equilibrada, reside la nobleza de este oficio.

Decía el escritor francés Albert Camus que hay épocas en las que toda indiferencia es criminal. No denunciar los niveles de injusticia, desigualdad y abusos a los que estamos llegando en la actualidad, pasar por ellos de puntillas, implica formar parte de un silencio cómplice. Y al final, el miedo a tomar partido termina provocando monstruos.

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