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Me gustaría poner en relieve un tipo de discriminación hacia la mujer asumido: ya integrado en nuestra sociedad, en nuestras costumbres. Es un machismo aceptado; de hecho no se considera machismo, haciéndolo aún más peligroso. Se asume, se asocia a la mujer, se ve normal, usual, cotidiano. Intelectuales, rebeldes, conservadores, progres, mujeres y hombres, niños e incluso feministas, lo interiorizan en su cultura, en su forma de actuar, en su forma de vestir, en su forma de juzgar y de jugar.